Día 13 : Plomizo y gris

Después de un día con un clima inimaginable para un invierno hoy ha tocado un día plomizo y gris, con algo de agua por la mañana y una tontería que no se ha quitado en todo el día. Por lo menos, los chutes de Paracetamol parece que empiezan a hacer efecto y esta noche empiezo a encontrarme mejor.
No tengo muchas ganas de contar nada, la verdad. Digamos que me encuentro como el día, plomizo y gris. A veces hay momentos, nunca se sabe cómo ni por qué, en los que aquello que te dio el último empujón necesario para estar donde estás te coge y hace que tu cabeza desaparezca del lugar dónde debe de estar y vaya a paisajes de los que quedó claro que huyó hace tiempo. A veces hay días como el de hoy en los que te pones a hablar con una voluntaria que está enseñando la réplica del Endeavour (el barco del capitán Cook), le empiezas a explicar cómo es España, dónde está y como es Zaragoza, tus problemas para entender el acento aussie, y te acaba preguntando por qué viajas solo. Le explicas que es una decisión vital, le cuentas cómo te ayuda a afrontar tu vida real, pero cuando la dejas para seguir tu visita miras a tu lado para intentar comentar con alguien lo que te acaba de pasar y ese alguien no está. Y nunca ha estado. Nunca ha estado desde que hace 13 años comencé estos viajes por primera vez. Seamos claros, no me arrepiento de uno solo de los viajes que he emprendido en estos 13 años y, además, el único que he hecho acompañado parece que fue el desencadenante (sin saber por qué exactamente) de los problemas que he tenido este último año.
Así que, con estos condicionantes, ¿por qué le doy vueltas?
Quizás es que a veces necesitaba abrazar a alguien o preguntarle si sentía lo mismo ante un Uluru teñido en sangre. A veces uno cree necesitar tener a alguien sentado a su lado en ese banco en la ribera del río Brisbane en el que está disfrutando de un día de primavera. O uno piensa que no estaría mal poder decirle a alguien que Melbourne es la ciudad más amable que se ha encontrado desde hace mucho tiempo y preguntarle si piensa lo mismo.
Todas estas sensaciones están más que controladas la mayor parte del tiempo, pero a veces la meteorología se vuelve plomiza y gris y ocurren cosas como las de hoy. Como uno de esos días de color rojo que tenía Holly Golightly en «Desayuno con diamantes». La solución, como siempre, será una mala noche por delante y el sol que dicen los pronósticos que mañana va a volver a salir iluminará un nuevo amanecer. Porque no quisiera olvidar, ni siquiera en los malos ratos, que estoy viviendo uno de los grandes sueños vitales que hacen que esta vida merezca la pena.

No sé, quizás debería haberos hablado de esa bahía de Sydney que me tiene obnubilado o de la sensación de claustrofobia terrible que he sentido dentro de un submarino (un avión es una mansión comparado con esto) o de un australiano que me he encontrado que hablaba un castellano casi perfecto porque había vivido en Sevilla y San Sebastián. Quizás, pero hoy he querido abusar de vuestra confianza y contaros la cara B de un sueño, esa visita inesperada que todo viaje tiene.
Para que no digáis que no hay fotos, os dejo alguna del interior del submarino. Hasta mañana.

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2 respuestas a Día 13 : Plomizo y gris

  1. yandrakovic dijo:

    No estás en el otro lado del mundo para estar plomizo y gris, así que si el día está así, pasa del día y ríete de él y de la vida, que peor estarás cuando te tengas que pegar la paliza de avión para volver xD xD Ya verás como mañana será otro día! Aprovecha cada instante que ya se acaba el viaje!

    P.D. Y encima te estás librando de ver a la peor España de baloncesto en años… 🙂

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