Hoy ha sido mi primer día completo en Irlanda del Norte. Estoy alojado hasta mañana en la pequeña población de Bushmills, al lado de la Calzada del Gigante. Ha sido un día extrañísimo.
Bueno, lo primero es de ir que ya anoche hizo muchísimo frío. Esta mañana lo seguía haciendo, pero había salido un «sunny day». Como la previsión decía que iba a llover, a primera hora de la mañana he decidido it a la Calzada del Gigante, que era el sitio al que le tenía más ganas de este viaje.
El frío era intenso, pero cuando estabas al sol no se notaba tanto, y con el gorro que compré en Noruega (bendita la hora) y los guantes he comenzado a andar por la costa. Digamos que la leyenda dice que un gigante llamado Finn construyó la Calzada para llegar a Escocia para luchar con otro gigante, tuvo que volver porque era demasiado grande para él, pero gracias a una treta de su mujer el escocés se asustó y destrozó la calzada en su huida a Escocia. Tan solo se conserva el comienzo de la Calzada. Además, a lo largo de la costa se pueden identificar la chimenea de la casa de Finn, su órgano, su bota o un camello co el que se trasladaba.
Realmente, hay una explicación científica, y es que las rocas son basálticas y por el proceso de meteorización producido por el agua y el viento, se han producido todas estas formas caprichosas. Pese al frío, te deja completamente anonadado las formas que hay en las rocas, hasta que llegas a la Calzada. Esta no es muy grande (siempre imaginamos cosas más grandes de lo que realmente son) pero merece mucho la pena observar los hexágonos casi perfectos que dan forma a las columnas, que van disminuyendo de tamaño hasta que llegan a la altura del mar que embravecido como hoy no hace más que golpearlas para continuar erosionándolas hasta no se sabe qué final.
A la vuelta, asciendes hasta lo alto de los acantilados para sorprenderte todavía más con las espectaculares vistas de la costa completa.
Como seguía luciendo el sol, he ido hacia la segunda parada del día, el puente colgante de Carrick-A-Rede. Se trata de un puente de cuerdas que usaban los pescadores para acceder a una pequeña isla al lado de la costa y que se encontraba en la ruta que hacían los salmones de vuelta a los ríos. El puente se ha quedado como una atracción turística que en días ventosos cómo hoy impresiona mucho como se bambolea a tu paso.
En este lugar, cuando he llegado, hablando con el hombre de la taquilla que me ha preguntado por mi lugar de origen y cosas sobre la ciudad (¡el tipo me ha hablado del Reino de Aragón!) me ha dicho señalando al mar que las nubes que veía al fondo era la nevada que iba a caer en una hora y que iba a ser fuerte. Yo no me lo he creído mucho, pero volviendo andando del puente han empezado a caer los primeros copos, y cuando he cogido el coche la nevada empezaba a ser importante. Cuando he visto que empezaba a cuajar me he dirigido a mi alojamiento en previsión de lo peor. Y lo peor ha sido esto:
No ha parado de nevar en toda la tarde y ahora hay unos 3 centímetros de nieve en las aceras y cuando he salido para cenar era una pista de patinaje porque además estamos a 0 grados. Teóricamente mañana me voy a Derry (más que nada porque cambio de alojamiento) y tendré que ver como están las cosas por la mañana. Ahora parece que ya ha parado de nevar, pero veremos a ver el hielo. Mañana os cuento 🙂