Con dolor de mi corazón mis días en Melbourne llegan a su fin. Ya Emirates me cercenó uno y, la verdad, es que tres se me han hecho muy pocos. Y no porque me queden muchas cosas por ver, que no es eso, si no porque el ambiente de la ciudad es magnífico, siempre hay gente por la calle, las orillas del río las han aprovechado de una manera magnífica (aprende JuanAl, que no es sólo cosa de reformarlas) y Fed Square es un hallazgo cómo lugar de encuentro.
Hoy he comenzado la mañana en Chinatown, sumergiéndome en la antigua Melbourne de comienzos de siglo, con sus callejuelas y, por supuesto, con su puerta china.
He subido a la Old Melbourne Gaol, que no es más que la primera cárcel que tuvo Melbourne, donde ahorcaban a los que se portaban mal. Tiene su aquél, pero tampoco era lo que esperaba. Exposición simplona, más atenta al morbo de los ahorcados que a cómo era la vida de los presos y sus carceleros.
Luego ya me he dedicado a pasear por Melbourne, ver las calles y callejuelas, conocer su zona de compras (como no, con su tienda de Zara) y seguir deleitándome con el arte grafitero en cualquier callejón.
Y para acabar mi estancia aquí, me he ido a ver un partido del deporte que más pasiones levanta entre los australianos: el footy (o fútbol australiano). Vamos a ver, que yo no digo que esté mal, pero yo no le veo el truco. Parece que es muy dinámico, y esa es la imagen que da, pero tras un tiempo te das cuenta de que es muy estático. La regla de las marcas hace que el juego se ralentice cada dos por tres (cuando coges el balón al vuelo desde una patada el defensor tiene que quedarse a dos metros) y una cosa curiosísima: siempre hay un montón de gente en el campo. A saber, 18 jugadores por equipo, 9 árbitros (3 principales, 4 de línea y 2 de gol), además las asistencias están constantemente dentro del campo aunque el balón esté en juego y, por si faltaba poco, hay dos tipos de naranja fosforito yendo de un lado para otro, que al final he descubierto que son los que dicen a los jugadores que van a ser cambiados, ya que los cambios son como en el balonmano. A todo esto se añade que no parece haber faltas ni expulsiones, hoy he visto un puñetazo con el juego parado delante del árbitro, ¡y no ha pasado nada! Ni expulsiones, ni separarlos, nada. Y la grada jaleando como loca al agresor. Cosas raras, amigo Sancho. Como veis, no es un deporte al que me vaya a enganchar.
En fin, que ya es muy tarde y mañana madrugo muchísimo, ya que tengo dos vuelos para llegar al outback, a la roca sagrada de los anagunu, a Uluru. Os contaré de nuevo.