Hace 70 años, los japoneses perdieron la batalla del Mar de Coral, siendo el comienzo de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ahora parece que más calladamente han conseguido conquistar esta zona de la costa australiana. Los australianos lo han asumido de tal manera que la mitad de la gente que está relacionada con el turismo habla japonés y es de origen japonés. Incluso todos los carteles están en inglés y japonés en toda la ciudad.
En fin, que hoy era el día en que me iba a acercar a la Gran Barrera de Coral. Había contratado una excursión en la que primero parábamos en Green Island, una isla tropical y luego íbamos a un pontón enmedio del océano encima de uno de los arrecifes (el Moore Reef, concretamente).
La primera parada en la isla ha estado bien. La han convertido en un pequeño hotel, pero han conservado media isla como un parque natural para observar la fauna y, sobre todo, la flora. La isla es preciosa, y la experiencia (en tierra) no ha estado mal.
Luego, nos han llevado al pontón. Y juro que no había pasado nunca una experiencia tan mala en un barco. La mar estaba horrible, mucho viento y el catamarán daba unos brincos terribles. La primera media hora he aguantado bien, pero la segunda lo he pasado mal. La chica de la tripulación que estaba al cargo de la gente de mi zona estaba segura de que acabaría echando hasta la primera papilla y no hacía más que ofrecerme bolsas, pero allí he aguantado cómo un campeón sin desfallecer ante Yvonne (ante una chica guapa hay que mantener el tipo jajaja)
Una vez llegados al pontón hacía casi frío, y me encontraba tan mareado que he decidido parar antes de coger las gafas de snorkel. Me he bajado al sótano a ver por el cristal como lo hacían los demás e intentar estabilizar mi cuerpo.
Como seguía sin verlo claro, me he subido a un minisubmarino que tenían para visitar el arrecife y luego me he puesto a comer. Finalmente me he acercado a por las gafas y el tubo, pero al ponérmelo tenía problemas de respiración, así que a los dos minutos he salido del agua. Y esa ha sido toda mi experiencia con el snorkel. ¡Si es que somos gente de secano! El agua, en la piscina o en el río.
Quitando eso, me ha parecido una pequeña tomadura de pelo el día. Para lo que te cobran, te llevan como a borregos de un lado para otro sin orientarte casi nada y te acaba dando la sensación de que solo eres un más entre miles y, vale, ya sé que eso es así, pero en un buen sitio intentan que no lo parezca.
Afortunadamente, el viaje de vuelta ha sido mucho más tranquilo al parar el viento y como estaba constantemente con chaparrones, la llegada al puerto de Cairns nos ha obsequiado con un arco iris completo espectacular
El resto de la tarde no ha podido dar nada de sí porque cada diez minutos está cayendo un chaparrón tropical espectacular que no te deja hacer mucho, porque sabes que si sales del alojamiento te vas a mojar sí o sí. Es increíble lo que puede llegar a llover en un minuto para luego parar en seco…
Mañana, camino de Brisbane, vuelta al invierno, a recuperarnos de la pequeña decepción con Cairns.
Dí que sí. El agua para los patos, tú dale al vino de la zona.