Pompeya, la Antigua Roma congelada

Os voy a contar un secreto: desde muy joven me siento muy atraído por todo lo relacionado con la Antigua Roma. Cualquier resto, por pequeño que sea, que exista en un lugar dónde yo esté, tengo que visitarlo. Leo todo lo relacionado con Roma que cae en mis mano, y siempre que me preguntan por dónde iría si tuviera una máquina del tiempo contesto sin dudar que a la Roma de Augusto. Por eso, en uno de mis viajes a Italia (que ya han sido varios) no podía faltar la visita a los, para mí, más espectaculares restos de una ciudad romana que existen: Pompeya.

Pompeya y el Vesubio

El Vesubio vigilando Pompeya

Los restos de la ciudad de Pompeya se encuentran en los alrededores de Nápoles, la ciudad más populosa del sur de Italia. Llegar a ellos es facilísimo, ya que solo hay que coger un cercanías desde la estación central de Nápoles y tras una hora de viaje (más o menos) te deja en las mismas taquillas de entrada a la ciudad. En la base de una pequeña colina, desde el edificio de entrada no aciertas a ver poco más que unos edificios romanos en un camino que te lleva hasta la cima, así que no eres capaz de descubrir todo lo que vas a ver después y que te hará querer ir a esa Antigua Roma que venía a Pompeya como lugar dónde olvidarse del día a día en la gran urbe.

Pompeya

Gran Teatro de Pompeya

Pompeya

Cuerpos fosilizados por la lava

Pompeya

Pequeño teatro de Pompeya

Atraviesas un túnel y apareces en el foro de la ciudad, en la plaza principal de toda ciudad romana, donde se realizaban los mercados y cerca de la cuál se situaban todos los edificios principales. Y en ese momento lo ves. Ves al dios que dirigía los designios de esta ciudad, que la daba cobijo hasta que un día se enfadó, quien sabe si por la decadencia en la que se había sumido, y decidió enterrarla: el Vesubio. Imponente, nevado como corresponde al mes de Febrero en el que estábamos, ya no lo perderás de vista en ningún momento. Su presencia entre protectora y amenazante te acompañará en tu recorrido por el pasado.

Pompeya

Paso de cebra romano

Pompeya

Calles de Pompeya

Pompeya

Interior de un edificio de Pompeya

¿Y, entonces, a qué te dedicas? Te dedicas a pasear por las calles empedradas que hace muchos años recorrieron los carros. Te dedicas a entrar en los distintos edificios para observar las pinturas murales que aún se conservan en las paredes. Te dedicas a sentarte en las gradas del teatro imaginando que estás en una representación de cualquier comedia o tragedia. Ves los antiguos pasos de cebra romanos, con los huecos entre los pilones que cruzan las calles para permitir el paso de los ejes de un carro. Ves los moldes humanos perfectos hechos por la lava al solidificarse sobre los habitantes de la ciudad. Entras en la mítica Casa del Fauno y te quedas extasiado ante la imagen del gran Alejandro Magno en uno de los mosaicos más famosos de la historia. Y siempre bajo la atenta mirada del Vesubio, ahora dormido, pero que nunca se sabe cuando puede recuperar su actividad.

Alejandro Magno

Detalle del mosaico de Alejandro

Casa del fauno

Casa del fauno

Mosaico Alejandro Magno

Mosaico de Alejandro Magno

Y pasas tantas horas en un lugar tan grande, que cuando te das cuenta no has comido, casi ni has bebido y se acerca la hora de cerrar. Y te acuerdas de que cercana a esta ciudad, en la orilla del mar, se encuentra la otra ciudad que murió enterrada por el Vesubio: Herculano. Sales rápidamente y coges el cercanías, pero para cuando llegas a Herculano, está anocheciendo y los restos están cerrados al público. Y te quedas en la pasarela que los sobrevuela observándolos e imaginando que pueden darte un día tan maravilloso como el que has pasado en Pompeya. Pero al día siguiente tienes que volver a casa y te quedas con las ganas de pasear por Herculano. “Otra vez será…”, te repites a ti mismo mientras tomas nota en esa lista interminable de sitios pendientes.

Herculano

Las ruinas de Herculano

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