Mostar, la maravilla a orillas del Neretva

Mostar. En días posteriores, cuando ya estábamos en Sarajevo, hablábamos mi hermano y yo sobre la ciudad más impactante de Bosnia-Herzegovina. Mi hermano se quedaba con Sarajevo, y no podría decir que no me sorprendiera y atrajera a mi también, pero mi corazoncito seguía (y sigue) estando con Mostar.

Mostar es la capital de la Herzegovina, y marca el límite entre la zona étnicamente bosniaca y la católica. Durante la guerra se convirtió en zona de frente, de batalla, pero no con los serbobosnios, que fueron expulsados rápidamente de la zona, sino entre musulmanes y católicos, que pasaron de aliados a enemigos. Ciudad cruzada por el río Neretva, de un azul verdoso irreal, que no crees que pueda existir en la paleta de colores hasta que lo ves, y con un casco antiguo que te deja con la boca abierta; se encuentra dividida todavía en dos zonas, la bosniaca y la croata, sin ningún tipo de barrera ni trinchera pero con la Plaza de España, con un monolito a los soldados españoles muertos en su labor como cascos azules, marcando la frontera entre las dos ciudades. Existen también dos estaciones de tren, dos de autobuses y prácticamente todo servicio público está duplicado, lo que hace olvidar la idea de la convivencia entre las dos comunidades.

Nuestra llegada a la ciudad fue con el día ya muriendo y en la estación de autobuses, que era lo más cercano a un lugar tenebroso que he estado nunca. Casi sin iluminar, sin ningún tipo de indicación, fuimos casi corriendo hacia la calle para sentirnos «a salvo». Luego, cuando estuvimos de día, vimos que el sitio no era tan fiero como parecía. Nuestro alojamiento se encontraba al lado de la ciudad vieja y solo puedo decir que fue un acierto total. La Pansion Isa es un lugar muy agradable y con la dueña más amable que nunca me he encontrado, siempre dispuesta a ayudar, estuvo quince minutos explicándonos sobre el mapa como movernos por la ciudad, los mejores sitios donde comer, qué comer y todo lo que se os pueda ocurrir. Un sitio más que recomendable.

Así que nada más levantarnos al día siguiente, comenzamos a explorar la ciudad. Nuestra primera parada fue en la Biscevica Cosak, al lado de la pensión. Se trata de una casa tradicional turca, tal y como era cuando estaba habitada. Te tienes que descalzar al entrar, y es un sitio espectacular, que además tiene unas vistas sobre el río Neretva preciosas. Es una casa muy bonita y acogedora, una casualidad que te encuentras sin buscarla y de donde salimos encantados después de estar un largo rato.

Cuando salimos de allí, todavía impactados por la maravilla que habíamos visto, y ya camino del Stari Most, hicimos parada en la mezquita principal de la Ciudad Vieja, la Koski Mehmed Paša. Tras pasar por una arco entras en un patio con la fuente para realizar las abluciones como indica la religión musulmana y la mezquita a la izquierda. Aunque no os atraigan mucho las mezquitas (o iglesias o lo que sea religioso), esta merece la pena solo por subir a lo alto del minarete, desde donde se ve la panorámica más bonita posible de la ciudad, con el Stari Most sobre el río Neretva y la ciudad rodeando, desde donde mejor se puede apreciar el irreal color del río. En definitiva, una vista maravillosa, que veis en la siguiente foto.

 Luego, la mezquita es bastante bonita, pero tras las vistas disfrutadas, ya es otra cosa…

Tras salir de la mezquita, ya comienzas el acercamiento final al puente viejo, al Stari Most, del Siglo XVI, ya reconstruido después de que en la guerra fuera destruído por las tropas croatas. La calle que baja hasta él está llena de tiendas de recuerdos, pero sobre todo te muestra todo el esplendor de ese puente, cuya aparente sencillez lo hace más atractivo todavía.

En un lado del puente se encuentra un pequeño museo muy agradable que te explica el Mostar de la época de la construcción y todas las visicitudes que se pasaron y la evolución posterior de la ciudad; y luego en el sótano te muestra como se hicieron los trabajos de reconstrucción. Al otro lado del puente hay un pequeño museo de fotografía que alberga una colección muy interesante de fotografías de la guerra.

Tras cruzar el puente, bajamos al cauce para sentarnos a descanasar en unas pequeñas gradas que hay mientras veíamos el puente y la tradición de los mostaríes de tirarse desde él a las frías aguas del Neretva.

Tras dar un nuevo paseo por la ciudad vieja, fuimos a ver la parte croata (católica) de la ciudad. La verdad es que no se trata de un sitio demasiado atractivo comparado con la parte bosniaca, pero nos sirvió para observar las brutales diferencias entre las dos partes de la ciudad, que son como dos ciudades distintas, que como ya he dicho funcionan hasta de manera distinta.

No querría acabar de hablar de Mostar sin decir que fue la primera ciudad donde vi los cementerios blancos, que me causaron una honda impresión. Ya sabéis, los cementerios en el centro de las ciudades donde la mayor parte de los muertos son víctimas de la guerra. Conforme pasaron los días en Bosnia comencé a asumirlos, pero ese primer día me golpeó muy fuerte anímicamente su visión. La sensación que uno tiene en ellos no soy capaz de describirla con palabras, pero te hace replantearte muchas cosas y replantearte lo que quieres hacer con tu vida. Descansen en paz.

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